jueves, 17 de febrero de 2011

Muerte.

Cuando la muerte esta  cruzando la calle es facil contagiarte de la sopa de ilusiones que lleva consigo al su pasar.
Acaba de morir mi vecina de cancer. Y hace unos minutos su hijo de unos 40 años toco a mi puerta buscando a mi padre para que le vendiera 4 paquetes de vasos, dos kilos de azucar y 10 sobres de cafe. Mi padre sin decir ninguna palabra se levanto y toco a mi cuarto para que lo ayudara a servirlo. Me levante y lo ayude en lo que pude.
Detras de nuestra puerta un Don Beto destrozado me preguntaba que cuanto seria. Obviamente no le cobre nada y le di su respectivo abrazo. Mi padre hizo lo mismo y juntos observamos como una familia entera se encontraba afuera de su casa con las lagrimas en sus rostros helados aun inexpresivos en el limbo de las emociones. De esas emociones que la muerte goza dejar detras de ella.
Escribo esto mientras escucho como preparan la lona que sera recinto del velatorio. Todos ayudando callados y con la mirada baja. Los niños incluso no dicen nada. Porque ellos son los que pueden ver de frente a la muerte y saben que su abuela se macho con ella.
Hoy la mañana llega temprano para ellos. O puede incluso que la mañana jamas llegue para su esposo viudo que prepara el cafe en una olla. Con su tipico cigarro en la boca y mas serio que nunca.

Es la muerte. Que visita mi calle.

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